

El templo friki
EL CORAZÓN DE UNA CULTURA. Fanáticos del ánime, los cómics, los videojuegos, el k-pop, las sagas de películas y todo tipo de corrientes de la cultura popular tienen en Lima un lugar a la medida de sus gustos más rebuscados: el Centro Comercial Arenales

Carlos Alvarado
@alvarado.carlos
02 Septiembre, 2022
Tomaba mi mano como si de casarnos se tratara, sentía el calor de su piel algo apaciguado por el clima tímido de Lima la gris, frente al imponente templo que esperaba por nosotros. Paredes altas, colores neutros y escasos rostros fue lo primero que notamos. Tomaba mi mano como si nos fuéramos a casar, y era cierto, nos íbamos a cazar, pero a cazar recuerdos. Iría en busca de aquellos personajes de colores que llenaban mi rostro de un brillo especial cada vez que los veía en la televisión al llegar del colegio o en mis ratos ocio, aquellos personajes que me harían fiel devoto de la cultura friki, aquellos de los cuales hubiera querido copiar sus poderes, de los que me hicieron querer atraparlos a todos y de los que me cautivarían con sus enormes ojos de colores llamativos.
Entramos sin saber que esperar, esa sería mi segunda visita al gran templo friki y no pretendía descubrir algo nuevo algo ni mucho menos algo fuera de lo común, y como todas las veces que doy por sentado algo me equivoco, esta no fue la excepción. Muchos de los pasillos que nos recibían lucían tenebrosos por la poca luz que llegaba a ellos, era por la hora me decía, pero yo veía todo más colorido por mis ánimos o por la presión de conseguir una buena foto. Las escaleras se cruzaban y enredaban como un pequeño laberinto, lo que hacía más difícil nuestro trayecto, ¿A dónde vamos? Era la pregunta que más se repetía en mi cabeza, comenzar por el final o por el inicio, comer algo o dejarlo para después, todo en uno, así es Arenales. Una tienda en el primer piso con ropa y trajes alegóricos hacían el perfecto contraste con la oscuridad que nos acompañaba. Peluches, muñecos y accesorios que me invitaban a gastar los pocos soles que traía en el bolsillo. El primer piso decorado con imágenes y acompañado de colores eran la muestra perfecta de la variedad de sus visitantes. Llegamos con más de veinte años encima y una vez adentro regresamos a tener diez años, Arenales es una máquina del tiempo donde sus invitados vuelven a ser niños invadidos de las figuras que tanto añoran.
En medio del establecimiento se encuentra, el que según dicen fue, el primer ascensor utilizado en centro comercial, tratando de emular a otros modelos de edificación americana. Quizás por respeto o por temor no me atreví a subir en él, quería que mi visita fuera lo más inmersiva posible y que cada paso me ayude a descubrir más del este lugar. Frente al ascensor una gran pantalla que sirve como mural para dar aviso de los próximos eventos, daba a conocer lo que estaba por conocer. El Art Gallery, es un nuevo espacio habilitado que sirve para que nuevos emprendimientos relacionados al mundo friki y a la cultura pop se puedan dar a conocer, un espacio con césped verde y pequeños stands algo improvisados ayudaban a completar la vista del lugar.
Un piso más arriba una vitrina que cubría de pared a pared acaparaba nuestra vista, con luces blancas rodeando todo el espacio no dejaba ni una taza, de las muchas que estaba ahí, sin iluminar. Desde Hulk a Groot, todas estaban a disposición del público. Paso a paso mis ojos se llenaban de más colores, de más figuras y de más artículos para los cuales no estaba listo para ver.
Mi visita fue premonitoria, ya que sabía que me enamoraría de alguna figura que vería ahí, y no pasó mucho cuando mis ojos se llenaron de un color carmesí, pues vi a mi dama de rojo en un pequeño espacio iluminado por luces blancas en oposición a ella. De unos 40 cm y con una base con la letra “A” de Avengers se sostenía erguida con una pose característica en muestra de su poder, La Bruja Escarlata, o Wanda como la conocí yo, se mantenía esquiva a mi mirada acrecentando mi deseo de poseerla. Me despedí de ella resignado, pero con la esperanza de algún día verla otra vez. Seguimos el paseo pues tres pisos más nos esperaban.
Era turno de hacer una parada para llenar el estómago, calmar a la bestia no fue difícil, a lo largo del trayecto no solo nos invadían las miles de referencias a comics y animes, sino también los variados puestos de comida de las cuales no tenía ni una referencia. Corn Dogs fue lo que comimos una suerte de hot dog cubierto con una masa que sería posteriormente frita, acompañada de cremas sirvió para hacer una pausa al viaje. Pisos más arriba se podía ver a través de las vitrinas las filas y filas de funko pops a esperar de un comprador, cada tienda con más funkos que el anterior no hacían más que sacar a relucir pocos 10 soles que tenía en el bolsillo, mis ganas de querer comprar aumentaban, pero mis posibilidades de llevarme algo se desvanecían. Un piso más le dije, y fue así como al final de un pasillo encontramos un mural, el que tanto esperaba encontrarme, un mural que retrataba a los principales personajes de UCM, un tanto abandonado, pero aún muy bien conservado hizo que valga la pena subir cinco pisos de interminable cansancio.
Quedaban pocos minutos de luz solar, el tiempo ahí dentro parecía corto pero cada minuto valió la pena. No resistí a la voz en mi cabeza que decía “cómpralo, cómpralo, cómpralo” y así fue, aquel día llevé a mi casa un Funko pop de La Bruja Escarlata, una caja de colores claros y con su rostro impreso me iba a acompañar. Las escaleras hacia abajo lucían más fácil de pasar, me despedía de rostros que quizás no me vuelva a cruzar. Y mi día en Arenales terminó como empezó, tomado de la mano sintiendo su calor, y con la billetera casi vacía.
Yo era de los muchos que veía a los comics como simples caricaturas para niños, y no llegue a creer que estos mismos llegarían a tener un gran poder en mí, en la relevancia que resultaría de ellos y de los aspectos influyente que tendría dentro de la cultura popular.


